domingo, 2 de octubre de 2011

Amor al arte

Aun a riesgo de parecer que estoy haciendo la homilía del domingo, quiero decir que lo que más me impresionó de la representación de anoche de La voz humana en el Teatro Tamayo, con Verónica Plata en el papel protagonista, Héctor Eliel Márquez al piano, con dirección de Rafa Simón, es la realización misma del proyecto. En un mundo donde, ya casi de forma automática, lo primero que uno se pregunta es qué puede sacar de algo, qué va a reportar, quién nos lo paga, resulta instructivo y emocionante saber que todavía puede juntarse un puñado de personas para hacer algo por el gusto de hacerlo, porque es divertido, porque merece la pena: literalmente, por amor al arte. Por amor al arte ha habido incontables horas de ensayos, preparación, conversaciones; por amor al arte un puñado de personas han trabajado de asistente de sala, de responsable de los subtítulos, de iluminador, regidor... Sin cobrar nada, sin esperar por ello una promoción personal; tan sólo, repito, porque merecía la pena hacerlo, y que un público lo viera. Y con unos resultados a la altura de la dedicación, el entusiasmo y la profesionalidad de los participantes.

Esto no puede hacerse siempre, claro: de algo hay que vivir. Pero puede hacerse: alguna vez, en el tiempo libre, que es más del que solemos creer. Para mí ha sido una lección y me ha dado que pensar. Sobre la cultura en tiempos de crisis; sobre nuestro papel como espectadores y personas intersadas en el arte que siempre esperan que sea otro, por lo general una institución pública, quien haga el trabajo o ponga el dinero -ay, las célebres subvenciones a la cultura- para el espectáculo que queremos ver.

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