miércoles, 22 de abril de 2009

Tres tazas

Esta mañana a las 9:30 he dado una charla sobre retórica visual en la Casa de los Tiros, dentro de un curso titulado Palabra y Arte, poema-objeto, fónico y visual, organizado mayormente por el Dpto. de Pintura de la Facultad de BB.AA. con diversas colaboraciones, entre las que se cuenta nuestro departamento. Han grabado la intervención en vídeo por lo que es posible que incluso pudiera colgarla aquí en breve.

Esta tarde a las 20:00 en el Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago el profesor José Antonio Fortes impartirá la conferencia El lugar intelectual del Romancero gitano, con motivo de la conmemoración del LXXX aniversario de la publicación de dicho libro. Conferencia, dicho sea de paso y como quien no quiere la cosa, que llevaba programada más de un año y que de hecho se aplazó en su fecha original prevista hace unos meses. Dadas las circunstancias, se recomienda a quien piense asistir acudir con tiempo de coger sitio y llevar material antidisturbios (de protección, se entiende, casco y escudo), porque la cosa va a ser como irse de pinchos con Savater por el casco viejo de San Sebastián.

Y mañana jueves, a la sazón día del libro, a las 12:00, en la Librería Universitaria, Antonio Sánchez Trigueros presenta su libro, de magnífico título, La pluma en el dintel, una colección de críticas, prólogos y estudios literarios en el estilo informado, suelto, ameno, por momentos irónico y levemente zumbón que caracteriza a su autor.

Ese mismo día a las 20:00, en el Aula Magna de la Facultad de Medicina, se dará el estreno mundial de una composición musical: Cinco poemas del Romancero Gitano, de Jean-Dominique Krynen, a cargo de los intérpretes Laura Sabater, soprano; Ángel Jiménez, barítono; el Trío Sulayr, y Antonio Carvajal, lector. La obra estará precededa por unas palabras previas del compositor.

lunes, 20 de abril de 2009

Más agenda y tres post scriptum

El viernes tuve la deliberación del Premio de Poesía de Peligros 2009. En general, ha habido mayor nivel. No ganó mi primera opción, pero la otra había sido escogida por unanimidad por el resto y estaba entre los libros que también me gustaban. Mi primera salió segunda, pero este premio no tiene finalista.

El sábado 18 a las 10 de la mañana se ponían a la venta las entradas para la 58 Edición del Festival de Música y Danza de Granada. Para quien no lo sepa, se hace por Internet (o por fax) y se parece a las carreras de los pioneros para conseguir territorios. Se da el pistoletazo y los más hábiles (y con la conexión más rápida) clavan las estacas en los mejores asientos. El Festival es una actividad elitista para cuyo acceso hay que pasar un triple muro: tener conexión solvente a Internet; tener tarjeta de crétido (no valen ni virtuales ni de débito); y tener toda la mañana del sábado en que salen a la venta libre. Hasta las doce y pico más o menos no pude comprar la primera entrada. Ni la tarjeta ni la conexión eran mías, por cierto. Quizá por esto último, por haberme ido a casa de unos amigos que tienen más megas a probar fortuna, o quizá por la crisis, lo cierto es que a pesar de ser el año que más tiempo he tardado en acceder, al final conseguí entradas para todo lo que quise menos para un concierto: tengo para Edita Gruberova, la Sinfónica de Londres con Michael Tilson Thomas, Gardiner y su Carmen, El Royal Ballet con El lago de los Cisnes, y la Cuarta de Bruckner por Barenboim; me ha faltado justamente para el primer concierto de Barenboim, donde dirige e interpreta al piano el tercer concierto de Beethoven. Como todos los años, habrá que estar atento al tablón-mercadillo que se improvisa a la puerta de la taquilla.

Esa misma noche, concierto de la OCG. En el programa, el concierto para violín de Sibelius y su primera sinfonía. Dirigía Enrique Mazzola. Inconmensurable Uno de los (pongamos) cinco o seis mejores conciertos que le he escuchado a la OCG: qué matices, qué nervio qué cuidado en en el balance de las masas sonoras... Para mí no hay nada en un concierto como redescubrir una obra muchas veces escuchada, percibir de repente la novedad de un timbre o una modulación... La solista, Ryoko Yano, estuvo espectacular.Mazzola, un punto histriónico -físicamente una cosa entre Lex Luthor y el juez Bermúdez con diez kilos menos- comunicaba su entusiasmo, su autoridad y su convicción a la orquesta: verlo dirigir era comprender la obra a través de sus movimientos. Una maravilla. Espero que vuelva pronto y muchas veces.

P.S. 1: Mi amigo Juan Varo me escribe con la puntualización del libro que presentaba. Sinceramente a mí me interesaba más lo que él iba a decir acerca del cine, porque es uno de los críticos más agudos y divertidos que conozco y por suerte pronto existirá la prueba empírica en forma de libro. Dice Juan: Querido José Manuel: gracias por acordarte de mí en tu revisión de esta saturada semana cultural granadina: exhausted como diría John Holmes. Sólo una pequeña puntualización: el libro que se presentaba era "Emotion pictures" de Hilario J. Rodríguez, publicado por la editorial granadina el genio maligno. Un abrazo, J. V.

P.S. 2: Acabo de ver que la página del Festival ha puesto el siguiente comunicado: "La dirección del Festival Internacional de Música y Danza de Granada LAMENTA PROFUNDAMENTE (sic) el colapso habido en las dos primeras horas en el sistema de venta de entradas por Internet, iniciado el día 18 de abril a las 10.00h. Pasado el mismo, las localidades se han adquirido con total normalidad." Llueve sobre mojado: el año pasaso ocurrió también. Eso sí, Generaltickets, a pesar de dar un servicio tan negligente, no renuncia a su comisión del 5,8% ¿Para qué si nada amenaza su monopolio?

P.S. 3 Me congratula constatar que la prensa local corrobora mi opinión sobre el concierto de la OCG: entusiasta Lacarcel en Ideal (no disponible en Internet); didáctico, documentado, preciso (como siempre) y cálido Gonzalo en Granada Hoy.

sábado, 18 de abril de 2009

Semana cultural de locos

A veces, Granada es una ciudad angustiosamente cultural. La agenda para esta semana incluía algunos días más de una actividad por soirée, por supuesto incompatibles.

El martes había un homenaje a D. Emilio Orozco (una de esas figuras que no pueden mencionarse sin el don); incluía una conferencia de su discípulo Antonio Sánchez Trigueros y luego un recital de poemas barrocos a cargo de los poetas Antonio Carvajal y Juan Carlos Friebe, Dionisio Pérez, Ada Almeida y un servidor: Góngora, Quevedo, Lope, Pedro de Espinosa, Luis Carrillo y Sotomayor, Soto de Rojas, Luis de Arguijo y Camões. Ese mismo día, también había una lectura de la poeta Ángeles Mora: divisi de amigos y conocidos.

El miércoles continuaba el homenaje a D. E. O. con una mesa redonda de cardenales hablando del Papa Magno que fue: Juan Carlos Rodríguez, Antonio Sánchez Trigueros, Ignacio Henares Cuéllar y Domingo Sánchez Mesa. Pero es que en la Catedral se podía escuchar uno de los conciertos más importantes de los últimos años en la ciudad, Festivales incluidos: El Gabrielli Consort con su director Paul McCreesh presentaba su último disco, interpretando algunas obras de éste gratis total. Yo, ay mísero de mí, ay infelice, estaba resfriado. Y no fui. Un concierto así en Granada requiere, como mínimo llegar un poco antes de una hora antes (mi teoría es que hay un momento de coupure en el sentido althusseriano del término: previo a éste hay una cola de cuatro gatos melómanos irredentos y parece que no va a acudir nadie más pero, llegado un instante concreto, te paras a atarte un zapato y cuando te incorporas la cola le da la vuelta a la Catedral). Ese día, aparte de frío, llovía sin clemencia: no era para estar guardando cola a la intemperie ni luego estar sentado en una Catedral de belleza tan fría. Me lo perdí y lo lamentaré el resto de mi vida, porque de momentos como estos es de lo que la vida verdadera está hecha. Por lo menos esa noche vi en casa una de las mejores películas de que he disfrutado en mucho tiempo: Los increíbles.
El jueves, Juan Varo presentaba un libro sobre cine a las 19:30, y a las 20:00, la poeta María Victoria Atencia daba un recital en el ahora hotel Palacio de los Patos. Dos excelentes citas a las que tampoco acudí: seguía haciendo frío y yo no me encontraba mucho mejor. Vi un corto anejo a los increíbles: Jack-Jack attack: lo que le sucede a la canguro con el crío pequeño mientras la familia se halla batallando en la isla del malo: no desmerece a la película.
A esto hay que sumar las actividades particulares del viernes, de carácter personal, y lo de hoy, sábado, que requiere de una nueva entrada.

lunes, 13 de abril de 2009

jueves, 9 de abril de 2009

Los planos rotos de Almodóvar

Si tuviera que definir la ambivalencia que me ha producido Los abrazos rotos podría hacerlo con la frase de una canción de Serrat que dice algo así como "me gusta todo de ti pero tú no". La película explica muy bien per negationem lo que es una estructura y cómo una obra de arte lo es por excelencia: en Los abrazos rotos se produce una sucesión de escenas magníficas -una de ellas me parece una de las cumbres del cine de Almodóvar-, de interpretaciones soberbias (la de José Luis Gómez es una de las mejores que he visto en mucho tiempo), de atinadas referencias cinéfilas, de juego de espejos..., pero que no terminan de funcionar juntos. Como sucedía en La mala educación, la impresión final era de que se contaba de una manera formalmente muy compleja una historia tan sencilla que casi no era historia y que, por tanto, lo que le interesaba al director era el alarde formal en sí, lo que comunicaba a la película un aire forzado y fallido en contraste, por ejemplo, con Volver, que fluye como dotada una gracia natural y donde parece que no sobra ni falta nada. Y, no obstante, en La mala educación, al final de esa complejidad se percibía un trasfondo que la justificaba en parte: explicar las relaciones entre la realidad y la memoria, simbolizada mediante el acto de convertir en película los propios recuerdos. Sin embargo, en Los abrazos rotos nada parece justificar el montaje en forma de rompecabezas, aparte de que éste en sí no funciona: el resultado final carece de ritmo y hay demasiados flecos que se quedan sueltos (sobre todo el del personaje de Ernesto Martel jr.). Da la impresión de que en el proceso de descubrimiento de la historia, al desarrollar el guión o durante el propio rodaje, la trama no termine de cuajar -las piezas de encajarse- pero Almodóvar haya continuado por pura obstinación; quizá porque hay un momento en que una película está tan avanzada que, simplemente, ya no puede pararse o abandonarse; la frase final de ésta, "las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas", parecería confirmar esta idea y ser una suerte de justificación de un director que no sólo no es tonto sino quizá excesivamente consciente de su trabajo.

lunes, 6 de abril de 2009

Slumdog Millionaire y los valores universales

Por lo que respecta a la cuestión poscolonial, Slumdog Millionaire adolece del rasgo más característico que señala esta teoría crítica: la exhibición en la película de un mundo no occidental en todas sus peculiaridades, exotismo y colorido -aparentemente, por tanto, como una invitación a descubrir lo otro- pero donde la ideología y los valores que mueven a los protagonistas son plenamente occidentales; aquellos se presentan así como lo natural y lo extrapolable a cualquier realidad del mundo; se trata del discurso casi siempre interesado de que el hombre o, directamente, el alma, la naturaleza, etc. humana es, sustancialmente, idéntica en todas partes: en el fondo, por diferentes que parezcan, son como nosotros.

Las dos líneas de fuerza de la película apuntan en esta dirección. En la primera, la historia de amor, comprobamos que el protagonista encarna la idea occidental de amor romántico en todo su esplendor. No obstante, en ningún momento se nos permite plantearnos si su educación musulmana en el contexto de la India (misoginia, castas, matrimonios concertados) hace verosímil en Jamal esa idealización de la amada, la búsqueda de su felicidad a costa de la propia, su consideración de compañera en igualdad de condiciones etc. Quizá es verosímil porque Jamal ha visto esos comportamientos en películas occidentales que ya forman parte de su educación sentimental pero, en cualquier caso, la película no lo plantea así, sino simplemente como el comportamiento esperable en el protagonista de un melodrama romántico. Por cierto, por lo que respecta a la actitud pasiva de ella, como princesa a la espera de ser rescatada, la teoría feminista, que corre parejas a la poscolonial, también tendría muchas cosas que decir...

La segunda línea de fuerza plantea a lo largo de toda la película una idea típicamente "oriental", dando a la historia un toque de exotismo y magia: la idea de que el destino de Jamal "estaba escrito": al principio de la película se plantea, a modo de pregunta del concurso, la cuestión de por qué Jamal consigue lo que consigue y esa es una de las posibles respuestas. El presentador del programa enunciará la misma idea después; Jamal la hará suya y, al final de la película, vuelta a formular la pregunta, aparecerá marcada como la respuesta correcta. Sin embargo, toda la historia es un desmentido radical a este presupuesto: si algo es SM es el triunfo de la voluntad individual de Jamal frente a la adversidad del destino. En una de las mejores escenas de la película, la de la letrina, se caracteriza con gran acierto a Jamal como alguien dispuesto a cualquier cosa para lograr lo que desea. Así, so capa de un fatum oriental, lo que la película plantea en realidad es justo la idea occidental contraria, cuya máxima expresión es el sueño americano: que con esfuerzo y voluntad se pueden superar las barreras de clase, lo que desplaza la atención de la existencia de éstas en sí y las difícultades reales de romper dichas barreras.

La mezcla entre la tenaz voluntad individual y el "estar escrito" emparenta a Slumdog Millionaire con El Alquimista de Paulo Coelho, donde se dice (cito de memoria): "Cuando deseas algo de veras el universo entero conspira para que lo consigas" y la confirma como una película destinada a enviar un mensaje complaciente por esperanzador, al gran público.

jueves, 2 de abril de 2009

Slumdog Millionaire o que todo cambie para que todo siga igual

El otro día vi por fin Slumdog Millionaire. Hacía unos días que en clase había terminado de explicar tanto el concepto de midcult como la teoría poscolonial. Una pena: de haber visto antes la película, se la habría indicado a mis alumnos como ejemplo de lo primero, y hubiéramos podido realizar un análisis de ésta en términos de lo segundo.

Según Dwight MacDonald, una obra de arte es midcult (peyorativamente, "de cultura media") cuando toma prestados al "arte elevado"-sobre todo a la vanguardia pero no sólo- elementos que ya han sido asimilados para crear un producto destinado a las masas pero con un tono de "calidad". Surge así una obra en apariencia original y transgresora, pero en realidad pefectamente domesticada y consumible por el gran público, que no sólo no rompe sus expectativas -como sí hace el arte verdadero- sino que las refuerza, y, aparte del placer que le produce la obra en sí (que lo tiene todo para gustar), el espectador medio obtiene el placer añadido de verse a sí mismo consumiendo una obra "rompedora", "independiente", etc. Que todo cambie para que todo siga igual, como dijo el clásico; el producto de siempre con un maquillaje de modernidad. Pues bien, esto es Slumdog Millionaire.

S. M. tiene un cominenzo in media res, una factura visual fragmentada, con destellos de imágenes y montajes paralelos, sobre todo al principio, sin haber dado información suficiente al espectador, una estructura en forma de flashbacks, y escenas oníricas, deformadas, planos inclinados... (por cierto, todo ello impecablemente realizado, las cosas como son). Todo reconocible como "alternativo", pero nada que pueda sorprender verdaderamente al espectador medio. También tiene sus gotitas de cine social y de denuncia, pero sin que tampoco lleguen a incomodar, y su posible crudeza va debidamente diluida en la necesaria ternura, emoción, compasión y, sobre todo, la idea implícita de que con la debida voluntad y limpieza de corazón, es posible salir de ahí.

Ahora bien, tras este maquillaje moderno (ma non troppo) se oculta una red de clichés dispuesta a desmentirlo y a darle al público lo que quiere: una historia de un amor más fuerte que todas las dificultades (amor vincit omnia) que comienza además desde la infancia. El hermano amigo-rival, alter ego, en perpetua lucha contra su tendencia al mal y que acaba por redimirse (¿habrá visto Raza, Danny Boyle?). La princesa que tiene que ser rescatada. El soberbio (el presentador) que humilla al protagonista humilde quien, conforme aprende y adquiere aplomo acaba por humillar al soberbio (y cómo disfrutamos con ello). Te espararé en la estación a las cinco (ay, Ilsa, siempre nos quedará Bombay). Etcétera. O sea: los mimbres del melodrama de toda la vida.

La pirotectnia visual no puede ocultar la férrea estructura de guión clásico de Hoollywood: el diseminar detalles aparentemente irrelevantes para luego, al final, recogerlos: Rafael, que es siempre muy listo para esas cosas, supo desde el principio cuál sería la última pregunta del concurso. La advertencia del hermano redimido a la princesa: "por el amor de Dios [ah, el énfasis], no te separes del teléfono" (un estilema puro del cuento de hadas); el plano detalle del móvil dejado en el asiento. Y el público, siempre tan perspicaz: fue aparecer dicho plano, y exclamar una mujer, al fondo de la sala: "ay, que se lo va a dejar". Y luego, cuando el protagonista escoge el comodín de la llamada: "ay, que la va a llamar a ella". A la señora no se le escapaba una, menos mal que estaba allí para aclarárnoslo al resto: era sin duda la receptora modelo de la película.

¿Cómo una película "independiente" ha podido triunfar en los óscar estando Benjamin Button, quintaesencia del cine de la academia americana?, preguntan asombradas algunas almas de cántaro. Porque SM es una película de una completa ortodoxia hollywodiense con un lavado de cara. Que todo cambie para que todo siga igual.

En conclusión: la obra está muy bien llevada: técnica y artísticamente es impecable, está claro que el director es un profesional de la cosa, y se deja ver. Pero está concebida tan descaradamente para gustar, en el peor sentido del término, para llevárselo calentito en la taquilla y en la crítica más impresionable y acomodaticia, que resulta decepcionante.