En el recital del otro día se leyó un poema de Juan Ramón que me resultó muy sugestivo e inquietante mientras lo escuchaba. Luego, en casa, lo releí y confirmé la impresión. Se trata de un poema con anécdota y me recordó, en su mezcla decadente de erotismo, ensueño, amenaza y muerte, a algunos pasajes de Drácula y, como ellos, me produjo hasta un cierto escalofrío. Creo que podría hablarse de un poema de terror en toda regla, y se me ocurren pocos precedentes (por lo general, en ellos lo lírico supera a lo terrorífico). Aquí el equilibro es perfecto. Lo copio a continuación. Pertenece al libro Jardines lejanos, en la sección "Jardines galantes".
Somos tres: Magdalena, Francina
y yo. Nadie nos ve... Las estrellas
están tristes. La luna ilumina
de tristeza el blancor de las bellas.
Huele a rosas abiertas. Los gnomos
de las fuentes en luz, han huido...
Magdalena, Francina y yo, somos
la visión de este parque dormido.
...Yo no sé lo que somos... Las bocas
de ellas ponen su fiebre en la mía.
Tengo miedo... Parecen dos locas
que me quieren volver la alegría.
Tengo miedo... Sus bocas me hieren
como bocas de víboras... Rojos
fuegos tienen sus ojos... ¡Ay! quieren
que esta noche yo cierre mis ojos...
Somos tres: Magdalena, Francina
y yo. Nadie nos ve... Las estrellas
están tristes. La luna ilumina
de tristeza el blancor de las bellas.
Huele a rosas abiertas. Los gnomos
de las fuentes en luz, han huido...
Magdalena, Francina y yo, somos
la visión de este parque dormido.
...Yo no sé lo que somos... Las bocas
de ellas ponen su fiebre en la mía.
Tengo miedo... Parecen dos locas
que me quieren volver la alegría.
Tengo miedo... Sus bocas me hieren
como bocas de víboras... Rojos
fuegos tienen sus ojos... ¡Ay! quieren
que esta noche yo cierre mis ojos...
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