Granada es una ciudad con su cupo de locos inofensivos y curiosos. Recuerdo de pequeño haberme encontrado por la ciudad a un hombre anciano, altísimo, vestido de mujer; iba además francamente provocativo, con un vestido traslúcido y mínimo, probablemente un salto de cama o algo similar, y un foulard rojo al cuello (soy consciente de que mi juicio no es muy políticamente correcto: tendría que hablar de un transexual, pero lo cierto es que por su aire ausente y lo extraño de la ropa escogida parecía más, sencillamente, un loco). También recuerdo a un tipo pelirrojo, simpático y casi siempre ebrio, que iba vestido completamente de escocés, boina incluida (probablemente era de verdad escocés), pidiendo con un cucharón de sopa. Desaparecieron. Últimamente frecuenta el centro un tipo delgado y barbudo, con grandes gafas de miope y aspecto de infeliz, siempre muy abrigado; en verano lleva un gorro de pescador y en invierno otro de cuadros con orejeras. Se para y le dice a la gente cosas inconexas. Una vez se acercó sigilosamente por detrás a una chica joven, extranjera, que esperaba en un paso de cebra, y se puso a ulularle como una saharaui. La chica se llevó un susto de muerte; la verdad es que tuvo mucha gracia.
Todo esto viene a cuento de que el otro día me topé con otro especimen auténtico. Era un chico joven y grueso. Llevaba traje, pero iba desaliñado, con caspa en los hombros. Además tenía un pendiente que no casaba muy bien con el traje. Hubiera podido pasar por una persona normal de no ser por la mirada, entre obstinada y ausente. Lo vi por primera vez en la parada. Luego no me di cuenta de que se había subido detrás de mí en el autobús. De repente, oigo una voz de bajo, bien timbrada, hablando más alto de lo normal: "Señora: ¿Usted conoce El mago de Oz? Sí, una película muy bonita, con Judy Garland" -ahí me empezó a interesar la conversación; todavía no me había dado cuenta de que se trataba del muchacho de la parada-. "Pues de ahí es esa canción tan bonita: Aaaay... María la Portuguesa... DesdeA-yamonte hasta farooo, seoyen los fados, por las tabernaaas". Y se puso a cantar a voz en cuello; no tenía mal timbre, pero desafinaba.
Cuando cantó la canción entera, la señora, deliberadamente o no, soslayó la primera parte de la declaración y le dijo: "Esa canción es muy bonita, es del cantante este de Graná, Carlos Cano, ¿no era?" El muchacho contestó sin dudar: "Sí, sí, de ese. Yo era muy amigo de su prima".
Después estuvieron hablando. La señora era de estas que no desprecia una buena conversación en el autobús con un desconocido. Y más si es un chico joven al que puede tratar de modo paternalista. Él le contó que era cantante y que se había presentado al casting de un programa de la tele y que lo habían cogido. Después empezó a cantar "Y sin embargo te quiero". A voz en cuello. La gente se volvía para mirar. La señora lo doblaba por lo bajito. Cuando terminaron, el muchacho le dijo a la señora que cantaba muy bien para su edad. Luego le dijo que Concha Piquer había hecho la primera película sonora de América: El cantor de Jazz se llamaba. Tras una pausa, le dijo que también cantaba rock. Y se puso a cantar Love me tender. Creo que para entonces la señora ya se había percatado de que el muchacho no estaba bien. Al terminar explicó: "Lo que la gente no sabe, es que esto es una canción tradicional japonesa. Lo que hizo Elvis fue sólo ponerle la letra".
Locos de Graná.
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