miércoles, 23 de junio de 2010

Cómo sobrevivir con veinticuatro horas al día

Aunque por su título Cómo sobrevivir con veinticuatro horas al día (Barcelona, Melusina, 2010) podría parecer un libro de autoayuda, en realidad este brevísimo ensayo de Arnold Bennet, escrito a principios del siglo XX, contiene una de las críticas más demoledoras a este tipo de obras, que al parecer ya se estilaban en aquella época. Estaría bien que el siguiente pasaje lo incluyeran al comienzo de cada libro de Paulo Coelho, Jorge Bucay o similares, para aviso de incautos porque es la descripción más exacta de sus autores:

La mayoría de quienes opinan sobre el éxito tienen un corazón tan inequívocamente bueno que terminan escribiendo cosas perversamente falsas. La base de su argumentación es que prácticamente cualquiera que se lo proponga puede tener éxito. Esto es, en una palabra, mentira. Precisamente, el meollo de la noción de éxito consiste en un alejamiento de la masa de las personas corrientes, acaso la única característica común a los distintos tipos de éxito. Dirigirse a toda la población, como hacen estos escritores, y decirle a la masa cómo debe alejarse de sí misma es una soberana estupidez, (p. 9)

Todo el libro destila este saludable sentido común, además de humor tan zumbón como típicamente inglés. El meollo del ensayo consiste en dar, sin ninguna pretenciosidad, algunas sugerencias para que la vida no se nos escape de entre las manos sin que nos demos cuenta. El secreto a voces consistiría, según este autor, (aparte otras consideraciones, consejos y matices de lo más curioso e interesante) en dedicar parte de la semana a  aquellas actividades (preferiblemente una) que realmente nos interesen al margen de nuestro trabajo y que contribuyan a formar la parte más elevada de nosotros mismos. Parece obvio, pero lo cierto es que no solemos hacerlo: lo inmediato se acaba imponiendo, al igual que en el trabajo, en el ocio.

Para que os hagáis una idea del tono simpático, lúcido y llano del texto, he aquí una de las últimas consideraciones bajo la forma de un peligro que puede acechar a quien se decida a seguir el programa que propone el autor:

El [...] grave peligro de convertirse en la más odiosa e insoportable de las criaturas: un engreído. Un engreído es un memo altisonante que se las da de profundo. El engreído sale de paseo dándose aires y sin llevar puesto el más importante de los ropajes: el sentido del humor. Cuando el engreído descubre algo queda tan impresionado por su propio descubrimiento que se enfada si el mundo entero no comparte su asombro. [...] Por tanto, cuando alguien se lanza a la aventura de hacerse con su propio tiempo, es apropiado recordarle que se trata de su tiempo y no el de los demás. El mundo giraba indiferente antes de que empezáramos a administrar las horas y seguirá girando indiferente tengamos éxito o no [...] Es mejor no hablar mucho de lo que intentamos ni dar muestras ostentosas de tristeza ante el espectáculo de un mundo que malgasta tantas horas al día sin llegar a vivir plenamente (pp. 95-96)

El libro está dirigido al público propio de su tiempo para esta lectura: varones de clase media trabajadores en la City de Londres (parece directamente escrito para el padre de la familia que contrata a Mary Poppins). No obstante, mutatis mutandis, podemos sacar verdadero provecho de él; en su brevedad, supone una genuina lectura edificante, una llamada sencilla, lúcida y simpática a la excelencia y lo mejor de nosotros mismos; una bocanada de aire fresco en un ambiente de mediocridad y halago de lo bajo (que es lo que hace Belén Esteban en sus intervenciones reivindicándose, aunque es cierto que es tan sólo un instrumento). O sea que autoayuda, sí, pero como la que proporciona cualquier libro bueno de verdad.

1 comentario:

Julio Fco. Rosón Lorente dijo...

Paulo Coelho, Jorge Bucay... Ya sabes, Jóse, que algún libro de los citados autores adorna mi caótica biblioteca. Al menos, cuentas con mi testimonio oral acerca de lo que me parecen los autores en cuestión. Echo de menos cuando no tenía ni zorra idea de quiénes eran Paulo Coelho, Jorge Bucay y otros; echo de menos cuando me daba por leer "Libertad y destino en Psicoterapia", por ejemplo. Aquello sí que eran ladrillos con fundamento.