A pesar de que objetivamente (aunque siempre sobre el papel y el caché) el Festival ha bajado algo este año en calidad (no debe de ser ajena la crisis), lo cierto es que los conciertos a los que he ido hasta ahora han resultado estupendos y consiguen que estas fechas sigan conservando su aura de un teimpo especial, de excepción, donde las experiencias estéticas en torno a la música proliferan.
El concierto de inauguración hizo que ésta se realizara a lo grande: La orquesta de la Juventud Venezolana dirigida por Gustavo Dudamel (quien es también titular de la Filarmónica de los Ángeles) hizo un concierto espectacular y vibrante. Impresionaba ver a chicos y chicas tan jóvenes (algunos claramente menores) interpretar una obra tan compleja como La Consagración de la primavera de Stravinski con esa mezcla de desparpajo, energía y precisión. Creo que pocas veces va a poder escucharse en Granada una versión tan perfecta de una obra maestra tan difícil. Pero es que cuando, en una propina, interpretaron una danza eslava de Dvorak, la orquesta cambió por completo de coloratura, se volvió densa y romántica... Con la interpretación como fin de fiesta también fuera de programa del Mambo de la suite de West Side Story de Berstein, se desmadraron rítmicamente y, con el público entregado, concluyó el concierto de forma apoteósica. Para que os hagáis una idea, adjunto el vídeo de su interpretación de la citada obra en los Proms de Londres, también con un público entregado ( fue como aquí, aunque afortunadamente intérpretes y director siempre fueron de frac). Además En Spotify tenéis la grabación para la Deutsche Grammpphon de La consagración por esta orquesta (y algunos otros discos de Dudamel), por si queréis escucharla.
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