domingo, 17 de abril de 2011

Semana cultural antes de la Santa (II)

El lunes 11, lectura del poeta Bruno Doucey en la Biblioteca de Andalucía. La cosa versaba sobre Lorca. En una primera parte, el poeta -un madurito interesante- leyó unas notas sobre La casa de Bernarda Alba (en francés, con alumnos de traductores haciendo de intérpretes), y luego leyó su largo poema Chant Funèbre pour Federico García Lorca, también en francés, esta vez sin ninguna traducción, pero acompañado por dos guitarristas. El autor leyó muy bien su obra, con timbrada emoción, y las guitarras, flamencas y un punto posmodernas, ayudaban a crear ambiente. Pero lo cierto es que se incidió en los tópicos lorquianos más obvios, además con un marcado carácter orientalista, esto es, la sempiterna fascinación del francés culto por la (supuesta) pasión andaluza, racial, de un Lorca junto a su (más supuesto aún) compromiso con las minorías, raciales y sexuales. La sala, una de las pequeñitas de la biblioteca, estaba abarrotada.

El martes 12, Metrópolis (Fritz Lang, 1927) en el Cine Club universitario. La última versión restaurada y remontada tras haber encontrado en una filmoteca de Buenos Aires fragmentos inéditos -cuyos intertítulos hubo que traducir del español al alemán original. Ciento cuarenta minutos. Espectacular. Del año 27, y luego a la gente Avatar le parece original y moderna. Escenas memorables, como cuando la gran máquina se convierte en Moloch devorador de hombres en la imaginación del protagonista; El estupendo McGuffin de la máquina como un reloj cuyas agujas hay que ajustar continuamente a las luces que se encienden (variante del castigo de Sísifo); el primer plano de la espalda del empresario dictador, que se encoge de hombros ante la suerte de sus semejantes; el sermón filmado sobre la Torre de Babel... La idea, tan perversa, de crear una Eva -referencia a La Eva futura- con la que pervertir la labor redentora de María (qué interpretación, la actriz, qué mutación de ángel a demonio)... El final, tan complaciente y ñoño, de reconciliación entre clases, no puede borrar la inquietud deshumanizada de toda la película, y la desadosegante volubilidad irracional de las masas. Y el célebre robot, cuyos primeros planos consiguieron darme miedo... En fin, que a pesar de la redundancia cansina de algunos momentos, que se hacían pesados (que probablemente necesitaban los espectadores de la época, menos hábiles en el lenguaje visual), fue una experiencia extraordinaria. El medidadior entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón.

El miércoles 13, compra de las entradas para la 60 Edición del Festival de Música y Danza, y, por la tarde-noche, fallo del premio de Poesía Villa de Peligros. Las entradas, por una vez, resultó fácil y relativamente rápido comprarlas. Lo hice para la Tercera de Mahler, dirigida por Metha; la Segunda de Mahler y La Creación de Haydn por la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein -en la primera obra, acompañados por el Coro de la OCG; para la ópera Aynadamar (Lorca visto por extranjeros, una vez más, veremos en qué queda); y para el último de Barenboim, que tocará un concierto de Mozart y la Tercera de Bruckner, aunque no sé si finalmente podré ir.

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