miércoles, 15 de septiembre de 2010

Las necesidades sexuales y el doble rasero socialdemócrata (Millenium II)

La única persona que entendía la pasión sexual que Silvio Berlusconi sentía por Michelle era su esposa, y la entendía porque él se había atrevido a hablarle de sus necesidades. No se trataba de infidelidad, sino de deseo. El sexo con Michelle le daba un subidad que ninguna otra mujer era capaz de darle, incluida Veronica [su mujer]. [...]


Junto con Veronica había explorado el sexo con dos mujeres -una de ellas una destacada galerista- y descubrió no sólo que su mujer presentaba marcadas inclinaciones bisexuales y que él mismo casi se paralizó de placer al sentir cómo dos mujeres la acariciaban y satisfacían simultáneamente, sino también que experimentaba una sensación placentera difícil de interpretar al ver cómo su esposa era acariciada por otra mujer. [...]


Su vida sexual con Veronica, por tanto, no resultaba ni aburrida ni insatisfactoria; lo que sucedía era que con Michelle la experiencia se le antojaba completamente diferente.


Ella tenía talento. Aquello, simplemente, era SJB. Sexo Jodidamente Bueno.


Tan bueno que él lo vivía como si hubiese alcanzado un equilibrio óptimo entre Veronica como esposa y Michelle como amante, según sus necesidades. No podía vivir sin ninguna de las dos y no pensaba elegir.
Valiente machista, Silvio; y rijoso ¿no es verdad? Repugnante. El problema es que el sujeto de estas acciones no es Silvio Berlusconi. He aplicado el mismo método que utilizó Gombrowicz para probar la verdad y la coherencia de un discurso: cambiar el sujeto. "Un día puso Alemania en un discurso donde los nacionalistas de su país escribían Polonia y la verdad resplandeció en todo lo alto." En realidad el sujeto principal del texto de arriba no es Silvio Berlusconi, sino una mujer, Erika Berger, una de las protagonistas de Millenium de Stieg Larsson. Donde dice la esposa, Veronica, debe decir Greger, el marido de aquélla; y el amante es Mikael Bloomkist, el héroe de la serie. De repente el párrafo no es machista, o la fantasía inverosímil de un varón que proyecta el deseo de tener una mujer sumisa y complaciente. De repente el texto habla de una mujer liberada y moderna; de una relación civilizada.

La clave la encontramos en la propia novela, un poco después del pasaje citado; la injusticia previa que la absuelve:

Mikael era un hombre; podía ir de cama en cama sin que nadie arqueara una ceja. Ella era una mujer y el hecho de que tuviera un amante -contando, incluso, con la bendición de su marido y considerando, además, que llevaba veinte años siéndole fiel a su amente- daba lugar a unas intersesantísimas conversaciones de sobremesa (Larsson: La chica que soñaba... p. 162).

Este es otro ejemplo del doble rasero que nutre toda la novela y que es un síntoma, o signo, de los tiempos.

2 comentarios:

Edu... dijo...

Mira que le das vueltas a un libro soso...

José Manuel Ruiz Martínez dijo...

A un libro que ha leído tanta gente, no está mal darle un par de vueltas... Me alegro de saludarte.