sábado, 13 de junio de 2009

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Hace poco, un poeta contó en un acto público la anécdota que le había inspirado un poema: en el Cabo de Gata cogió un esqueje de cactus del borde de una carretera para trasplantarlo en una maceta en su casa y se pinchó. Entonces, otro poeta que estaba con él apostilló que también había cogido un esqueje de cactus en Almería del borde de una carretera para trasplantarlo a una maceta. Que el hecho de que un poeta coja una flor de un camino para ofrecérsela a la amada es un lugar literario, pero que se veía que ahora los poetas no cogían flores sino cactus, que lo hacían en una carretera, no en un camino, y no para dárselo a una amada sino para trasplantarlo en una maceta. Y que la coincidencia entre ellos dos permitía elevar la anécdota a categoría. Esto provocó las risas del público.

Tenía razón. Es una definición magnífica de la poesía que hacen: un trozo de cactus cogido de una carretera trasplantado a una maceta propia. En efecto: una auténtica categoría crítica, estética, moral, vital.

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