sábado, 17 de abril de 2010

Sorprendente coincidencia

La siguiente entrada la escribí en mayo del año pasado. Por alguna razón no la publiqué y se quedó en el limbo de los borradores. Esta mañana la he descubierto por pura casualidad; como me ha gustado mucho, la había programado para que se publicara el sábado de la semana que viene -las entradas de este fin de semana ya las tenía previstas. Más tarde, he entrado en el blog literario de El Mundo, El Escorpión, de Alejandro Gándara, para descubrir que éste ha escrito una entrada igual. No daba crédito. Por eso, he decidido, a título de curiosidad, adelantar su publicación. Si no fuera porque este blog es personal y sin lucro, sería muy difícil por mi parte sostener que se trata de una coincidencia y no de un plagio. 

Traducir a Kafka
Hace ya un tiempo compré el tercer volumen de las Obras completas de Kafka, el correspondiente a las narraciones cortas y los escritos sueltos. Círculo también acusa la crisis y ha hecho un tres por dos de sus colecciones de Obras completas: así, he comprado la Poesía completa de Rubén Darío, el tomo de novelas últimas de Nabokov (incluyendo Pálido fuego y Ada, o el ardor) y de regalo venía el de Kafka.

Uno de los alicientes del tomo son las nuevas traducciones, a cargo de Adan Kovacsics, Joan Parra Contreras y Juan José del Solar, incluyendo el controvertido cambio del título La metamorfosis por La transformación, cambio, dicho sea de paso, muy bien justificado por los traductores desde un punto de vista tanto lingüístico como literario e histórico en una exhaustiva nota. Lo que ocurre es que la literatura también se hace con el contexto y las convenciones y así, la edición suelta de la obra en bolsillo, tanto en DeBolsillo como en Círculo, ha debido llevar entre paréntesis La metamorfosis, bien para no confundir a quien ya la tenga, bien para no espantar al comprador que estuviera buscando este relato.

Por curiosidad, me he ido directo a uno de mis cuentos (¿poema en prosa?) favoritos de Kafka, el que en la edición de Alianza Editorial, traducido por J. R. Willock, se titula "El deseo de ser piel roja". En la nueva edición, "Deseo de convertirse en indio". A continuación lo transcribo en ambas versiones, primero la de Alianza, luego la de Galaxia, para que podáis comparar, porque las variaciones son notables:

El deseo de ser piel roja
Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era un pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.

Deseo de convertirse en indio
Si uno fuera de verdad un indio, siempre alerta, y sobre el caballo galopante, sesgado en el aire, vibrar una y otra vez sobre el suelo vibrante, hasta dejar las espuelas, pues no había espuelas, hasta desechar las riendas, pues no había riendas, y por delante apenas veía el terreno como un brezal segado al raso, ya sin cuello ni cabeza de caballo.

La primera versión suena más "bonita", esto es, más emocionante y literaria. Esto parecería confirmar la impresión que tengo de que el paradigma de la traducción ha cambiado: busca mayor precisión pero a cambio de perder cierto instinto de lenguaje y voluntad de estilo: las traducciones de ahora adolencen de cierto desangelamiento fiel frente a la infiel gracia literaria de las del pasado. Aparte es a la que estoy acostumbrado, y la nueva me suena rara.

Pero también es cierto que la primera traducción es también más "asequible", esto es, más comprensible, con lo que se tiene la sospecha de que el traductor ha limado asperezas y, por ejemplo, ha unificado los tiempos verbales para ayudar a la comprensión (cosa que al parecer no responde al original). O sea que la ha domesticado y convertido en divulgación. Da una impresión más que razonable de que está ocurriendo lo que denuncia Kundera justamente sobre Kafka en Los testamentos traicionados (en otra obra lo indica de Tolstoi o incluso de él mismo): la propensión de los traductores facilitar la lectura, o a incluir su interpretación en la urdimbre del texto mediante la modificación de palabras, giros, etc., o también la tentación de "embellecer" un texto (o sea, volverlo kitsch) mediante la supresión de cacofonías o palabras que se repiten -sustituir "musitó" por "dijo"-, sin pensar que estas puedan tener un valor expresivo deliberado. De hay que el "vibrar/vibrante" de la segunda traducción, tan poco literario, probablemente sea más genuinamente kafkiano. Quién supiera idiomas.

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